27 de Junio de 2010. Isaac Yuyo Rudnik

La historia, es la Historia de las Luchas Populares


El alfonsinismo no nos regaló nada, el kirchnerismo tampoco

La Historia Reciente
Los últimos años no han pasado en vano, no sólo porque se han obtenido conquistas importantes en el terreno de las reivindicaciones concretas, sino que su realización fue la culminación de un largo y difícil proceso de resistencia, en el curso del cual todos y todas los nacidos en estas tierras aprendimos que muchos de los dogmas supuestamente inconmovibles, que nos habían impuesto como verdaderos principios sacrosantos en los años 90, no sólo no eran inconmovibles, sino que podíamos vivir mucho mejor sin ellos. Que no eran ni santos ni constituían el principio de nada bueno, y que lejos de conducirnos al paraíso nos llevaban directo al infierno, lo habíamos comprendido participando en luchas en las que perdimos muchos de nuestros derechos, pero ganamos en conciencia de quienes eran y siguen siendo los que nos roban los recursos que nos corresponden, y cuales son las formas predilectas que utilizan para saquearnos y explotarnos.
Entendimos que el endeudamiento público creció a través de formas artificiales, generando voluminosas cuentas, que alcanzaron magnitudes imposibles de saldar en su totalidad, lo que trajo la "necesidad" de refinanciarlas una y otra vez pagando intereses cada vez mas abultados, de modo que cuando más pagamos más debemos. Por eso peleamos duro durante décadas por el No Pago de la Deuda Externa, y nos alegramos cuando en medio de la crisis de 2001-2002 se suspendieron los pagos, en 2005 se le impuso a los acreedores una quita del 65%, y se sancionó una ley en el Congreso de la Nación que prohibía pagarle ni un centavo a los que no habían aceptado esa reducción. Mientras tanto se mantenía el No Pago de la deuda con el Club de Paris, y en los años en que se sostuvo el default y no hubo búsqueda de nuevo endeudamiento masivo de parte del estado, fue el tiempo en que nuestra economía pudo volver a crecer.
Con Menem, De la Rua y Cavallo, que impusieron la convertibilidad y la apertura irrestricta de la economía produciendo la mayor destrucción que se recuerde de nuestro aparato productivo, con la secuela de millones de desocupados y hambreados, supimos que el Libre Comercio es enemigo de cualquier perspectiva de desarrollo nacional. Entonces luchamos contra los TLC y fuimos decenas de miles los que nos movilizamos contra la implementación del ALCA en el marco de una lucha continental que se desarrolló sin pausas desde Canadá a Tierra del Fuego. Y cuando el ALCA fue enterrado en aquellas históricas jornadas de Mar del Plata en 2005, bailamos en las calles con nuestros hermanos latinoamericanos, porque nos sentimos capaces de decirle NO al Libre Comercio en la propia cara del mismísimo Bush. Y denunciamos los intentos de la Unión Europea de imponerle al Mercosur un TLC, que sabíamos que era igual al ALCA no sólo porque conocimos su contenido, sino porque sufrimos en carne propia la explotación directa a los trabajadores argentinos y el saqueo de nuestros recursos naturales de parte de las empresas europeas. Entonces nos regocijamos cuando el Presidente Kirchner en su primer viaje por el viejo continente les dijo a los popes de las transnacionales, que en los 90 se adueñaron de las empresas de servicios públicos, que podían irse sino aceptaban que las reglas habían cambiado.
Fuimos muertos, desaparecidos y nuestros hijos apropiados, encarcelados, exilados, perseguidos por la dictadura genocida, que le puso el broche final a su trágico itinerario, cuando nos llevó a la derrota de Malvinas. Estuvimos en las huelgas y conflictos obreros que bancaron la resistencia y marchamos codo a codo cada jueves con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Festejamos la recuperación de la democracia, la liberación de miles de presos políticos, el regreso de otros tantos exilados, lloramos emocionados cuando los integrantes de las Juntas Militares fueron condenados por sus crímenes. Centenares de miles nos movilizamos rodeando los cuarteles en la rebelión de Semana Santa defendiendo la democracia y la continuidad de los juicios a los genocidas. Denunciamos las leyes de punto final y obediencia debida y nos manifestamos cientos de veces contra ellas. Nuevamente, centenares de miles salimos a la calle en todo el país, contra el indulto menemista. La lucha por los DDHH que nunca decayó, se revitalizó con la sangre joven de nuestros HIJOS, que llegaron, entre otras cosas, promoviendo los escraches. Nos conmovimos cuando Néstor Kirchner, dijo “somos hijos de las Madres de Plaza de Mayo”, cuando decretó la entrega de la ESMA a los organismos de DDHH para convertirla en el Museo de la Memoria y obligó al Jefe del Ejército a retirar la foto de Videla, cuando le dio impulso a los juicios a los genocidas y a la búsqueda de las Abuelas de sus nietos apropiados, cuando pidió perdón en nombre del Estado y la Democracia por sostener veinte años de impunidad.
Resistimos cada una de las transformaciones regresivas que impulsó el menemismo. Luchamos contra la entrega de las empresas del estado, contra la privatización del sistema de jubilaciones, la destrucción de la educación y la salud públicas, contra el cierre de decenas de miles empresas y de los despidos en la administración pública, que en conjunto dejaron en la calle a millones de trabajadores. Denunciamos la complicidad de la burocracia que pasó a convertirse en sindicalismo empresario y acompañamos el surgimiento de formaciones sindicales alternativas, como la CTA. Promovimos la organización de los trabajadores desocupados en nuevos Movimientos Sociales que se fueron construyendo en los cortes de las rutas de todo nuestro territorio, en la pelea cuerpo a cuerpo de millones de mujeres y hombres que con sus hijos en brazos pelearon por pan y trabajo, y se sintieron hermanados en la lucha de calles con los que se manifestaban reclamando legítimamente por sus ahorros confiscados. Desde ahí fuimos protagonistas de las Jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 hundiendo al sistema neoliberal que había predominado varias décadas en nuestro país. Festejamos la huída de De la Rua y seguimos luchando contra el intento de Duhalde de imponernos una democracia aun mas restringida por una fuerte cuota de represión. Lo enfrentamos en cientos de batallas que se sucedieron en los arduos meses que duró su administración. En el puente Pueyrredón mostró su verdadero rostro cuando nos envió la policía a escarmentarnos, en aquél histórico 26 de julio de 2002, en que Maxi y Darío entregaron sus jóvenes vidas peleando por un cambio verdadero.
Desconfiamos de un Kirchner que llegó a la presidencia con el aparato del PJ duhaldista. Pero cambiamos de parecer cuando una parte sustancial de los crecientes recursos que llegaron al país de la mano del aumento de las exportaciones, fueron destinados a paliar la situación desesperante en que vivía mas de la mitad de la población, mientras que se promovían políticas que alentaron la generación millones de puestos de trabajo, y el ingreso al sistema de jubilaciones de los argentinos que en los 90 se habían quedado sin trabajo o lo pudieron retener en negro. Le pusimos el cuero en la calle y en todos los lugares que había que estar desde el principio hasta el final, a la lucha por la implementación de las retenciones móviles a las exportaciones de soja. Apoyamos reestatizaciones como las del Correo Argentino, de Agua y Saneamientos Argentinos, de áreas de distribución de la energía eléctrica, de Aerolíneas Argentinas, del sistema de jubilaciones. Luchamos todos estos años hasta lograr su sanción, por una nueva ley de Medios Audiovisuales y dijimos que es un paso adelante -aunque claramente insuficiente- la instauración de la Asignación Universal por hijo.
Denunciamos una y otra vez la creciente extranjerización de los principales resortes de nuestra economía, y la centralización de capitales sin pausas a costa de colosales traslados de ingresos desde los sectores populares, la entrega de las empresas del estado y de nuestros recursos naturales. En los diferentes momentos fueron unos u otros los sectores mas beneficiados que se constituyeron en poderosos monopolios capaces de condicionar e imponer los principales lineamientos de la política económica nacional, transformando en un abismo lo que antes era una brecha entre los ingresos de los argentinos mas ricos y los mas pobres. Por eso nos alegramos cuando Kirchner declaró al asumir su mandato “que no venía a gobernar para las corporaciones”, nos sentimos convocados cuando llamó a movilizarnos contra los aumentos indiscriminados de la petrolera Shell, apoyamos la creación de la nueva empresa estatal de energía Enarsa, la sanción parlamentaria de la leyes de protección de los bosques y la de los glaciares.
Desde los principios del período menemista repudiamos a la Corte Suprema que legitimó cada una de las maniobras, muchas de ellas claramente anticonstitucionales, que legalizaron la entrega de nuestro patrimonio nacional. Nos movilizamos desde finales de los 90 y a principios de esta década, junto a miles de personas que realizaron cientos de manifestaciones pidiendo la renuncia de esos jueces corruptos que constituían la vergonzosa “mayoría automática” que respondía directamente a las órdenes de Carlos Menem. Por eso valoramos como un paso adelante en el camino de recuperar una institucionalidad democrática mas transparente, le decisión del Presidente Kirchner de promover su reemplazo inmediato.
Ya en los años ’80 decíamos que las estructuras de los partidos tradicionales estaban agotadas como vías para desarrollar participación popular en pos de producir cambios progresivos en la estructura de nuestra sociedad. Los compromisos asumidos con las políticas neoliberales por la UCR y el PJ, cristalizadas en el tristemente célebre Pacto de Olivos, corroboraron largamente esas previsiones. Durante todo el proceso de resistencia a la depredación neoliberal siempre encontramos a sus principales referentes en puestos ejecutivos o legislativos poniendo en funcionamiento las medidas que arrasaron con derechos y conquistas de los sectores populares, traicionando una y otra vez sus promesas electorales. Por eso, junto a millones de argentinos, les exigimos “que se vayan todos” durante las jornadas de diciembre de 2001 y en los meses posteriores. Creímos que se presentaba una oportunidad histórica para acelerar los tiempos de una construcción alternativa cuando el Kirchnerismo llamó a desarrollar una nueva fuerza política diferenciada de aquellas “estructuras corruptas” (sic Néstor Kirchner) y allá fuimos con un conjunto de organizaciones políticas y sociales a hacer el esfuerzo necesario para que eso fuera posible.

Quien quiera oir y ver, que mire y escuche
Desde la instauración de la dictadura en 1976 hemos atravesado múltiples situaciones diferentes en el contexto de un mundo que sufrió profundas transformaciones. Tuvimos duras derrotas, perdimos conquistas y derechos, muchas de los cuales después recuperamos y/o estamos en camino de lograrlo. Pasamos momentos de gran alegría matizados por otros signados por decepciones profundas. Elegimos una y otra vez representantes que nos traicionaron, aunque siempre hubo otros que se esforzaron por mantener la consecuencia.
A principios de los ’90 cuando el menemismo copó todas las estructuras de la sociedad, a caballo de la confusión generada por que llegaba al gobierno en nombre del peronismo embanderado en sus consignas históricas, en el ominoso contexto internacional signado por la caída del muro, se instaló la famosa idea de que la reconversión neoliberal era una aplanadora imparable. Nosotros recurrimos a la historia de nuestro pueblo para explicar que más temprano que tarde esa supuesta aplanadora iba a chocar con otro muro: el de la resistencia popular. Es que cuando pensamos en Historia (con mayúscula) pensamos en la Historia de las Luchas Populares, y allí estaba para los que querían verlos, hechos sucedidos en las anteriores cuatro décadas que podían dar una idea bastante aproximada de cual sería el devenir. Desde la resistencia peronista a la fusiladora del 55 y el cordobazo en 1969, pasando por las movilizaciones contra el gobierno desarrollista de Frondizi y las miles de tomas de fábricas contra el ilegítimo gobierno radical de Arturo Illia; desde las manifestaciones de decenas de miles jóvenes con la consigna de la unidad obrero- estudiantil que terminaron con la dictadura de Onganía, hasta la gesta del Che y la Revolución Cubana que se metieron en el corazón y la mente de varias generaciones de argentinos dispuestos a entregar su vida por un cambio revolucionario. Allí, en esa historia que era tan reciente, tan vívida y transparente, estaba todo lo necesario para entender que lo de la famosa aplanadora neoliberal, era un artificioso recurso propagandístico de los enemigos del pueblo, sin fundamento objetivo, destinado a obnubilar nuestras mentes, oscurecer nuestros corazones y doblegar la voluntad de resistencia.
Hoy tenemos una diferencia sustancial con un conjunto de compañeros y organizaciones del campo popular en la interpretación del significado de los derechos y conquistas recuperadas desde el 2002-2003 en adelante, y obviamente sobre el kirchnerismo mismo.
Una mirada superficial de los últimos años de la Historia Argentina podría reflejar un panorama caótico, incoherente, cuyos saltos y sobresaltos dependieron exclusivamente -o por lo menos casi- de la voluntad de los gobernantes de turno.
Como siempre, el hilo conductor que encadena una explicación coherente de períodos políticos que se suceden inmediatamente, pero que sin embargo son tan disímiles entre sí, es el proceso de lucha desarrollado desde los sectores populares, con los consiguientes avances y retrocesos que se expresan en los niveles de acumulación política y social, reflejados en las debilidades y fortalezas de las formas organizativas que se van construyendo, y en la interacción que éstas desarrollan con los gobiernos que se van sucediendo. Y desde esta perspectiva es posible tener una visión más acertada sobre los andariveles que pueden evolucionar las futuras situaciones. En cambio, es mucho mas probable que nos equivoquemos, y quedemos presos de las sensaciones e impresiones -que pueden ser pesimistas u optimistas- que nos provocan las realidades coyunturales, si en nuestro análisis predomina la idea de observar el conjunto de los fenómenos políticos y sociales, bajo el prisma de las características y voluntades de los gobernantes de cada uno de estos períodos.
Sin negar los méritos de Kirchner, que al asumir su mandato presidencial manifestó una clara voluntad de impulsar cambios importantes respecto a las políticas públicas que habían predominado en las décadas de control neoliberal del estado, cada una de las decisiones progresistas tomadas por su gobierno, fueron precedidas de luchas y movilizaciones que las venían reclamando desde hacía años, lo cual explica el rápido consenso obtenido en los primeros meses de mandato. Esas luchas trajeron, además, importantes aprendizajes que nos permiten discernir entre las medidas que verdaderamente implican cambios de fondo, y aquellas que significando progresos, pueden ser pasos intermedios en camino a transformaciones mas profundas, o solo constituirse en meros paliativos para ganar tiempo y sostener el continuismo.

El agotamiento del proyecto nacional
Aplaudimos la quita del 65% que produjo el canje de los bonos de deuda externa en el 2005 complementada con la ley que prohibía para siempre su reapertura, y la decisión de no recurrir a nuevas emisiones de bonos en un mercado financiero internacional que siempre termina imponiendo condiciones que abortan toda posibilidad de desarrollo nacional. Por eso no nos parecen positivas medidas que van en sentido inverso, como reabrir el canje para volver al mercado financiero internacional aprobando nuevas emisiones de bonos de la deuda pública que aceptan la jurisdicción de tribunales Londres o Nueva York; o pagar con reservas las cuotas de la deuda externa que se vencen este año, en un contexto de crecientes dificultades producidas por una crisis internacional que acota la entrada de recursos genuinos al país. Ni tampoco que fueran progresistas las declaraciones de la presidenta[1] asegurándole enfáticamente a los monopolios financieros que hará todos los sacrificios necesarios para sacar al país del default, parafraseando el tristemente célebre discurso de Carlos Pellegrini de finales del siglo XIX, prometiéndole a los acreedores británicos hacer todo lo necesario para “honrar la deuda argentina”.[2] Pensamos que el default vigente en los años de crisis lejos estuvo de perjudicarnos, sino que nos benefició largamente, y que en la actualidad las reservas hay que usarlas para impulsar el desarrollo nacional.
Como no creemos en el Libre Comercio, no vemos con buenos ojos el relanzamiento de las negociaciones para acordar un TLC entre la Unión Europea y el Mercosur, que sólo servirá para que las potencias de aquella región nos trasladen mas rápida y directamente la crisis que las agobia.
Es innegable que fue un fuerte retroceso el veto presidencial a la ley de glaciares, lo que significa avalar la persistencia a rajatabla de la minería a cielo abierto que produce daños irreparables al medio ambiente en la zona cordillerana, y promueve la continuidad del saqueo de nuestros recursos naturales en términos similares a la época colonial y a los mas recientes años ’90. En la misma línea está la negativa a reglamentar la ley de bosques que impide su entrada en vigencia, y permite que sigan los desmontes indiscriminados de inmensas extensiones de bosques y reservas naturales para masificar aun mas las plantaciones de soja.
No hay nada justifique que después de siete años con un gobierno que dice encarnar un proyecto nacional y popular se haya profundizado la diferencia de ingresos entre ricos y pobres. Lo que significa que la distribución de los ingresos nacionales, que aumentaron hasta hacer crecer en un 50% el PBI desde 2002-2003 hasta acá, fue claramente favorable a los sectores mas concentrados. Y esto sucede a pesar de que se crearon millones de puestos de trabajo, porque el estado permite que la mitad de ellos en el sector privado estén en negro y en condiciones precarizadas, situación en la que se mantienen cientos de miles de empleados públicos nacionales, provinciales y municipales. Las amañadas estadísticas oficiales no pueden esconder la permanencia de bolsones de pobreza e indigencia que alcanzan a millones de compatriotas, situación que no altera esencialmente la reciente implementación de la Asignación Universal por Hijo, y que no puede esconder la falta de políticas activas para incorporar a esta porción sustancial de nuestra población al proceso productivo.
Es que el actual modelo económico asienta su desarrollo en la agro exportación, principalmente de soja, y en una industrialización absolutamente dependiente que tiene en la producción automotriz a una de sus columnas vertebrales. Industria que las transnacionales la han ido convirtiendo en poco mas que una gran maquila, en armadurías a base de autopartes importadas, y cuyos productos terminados son vendidos crecientemente en el mercado externo, generando una peligrosa ecuación que no cierra para los intereses nacionales, ya que ha medida que aumentan la producción y las exportaciones, las importaciones y la consiguiente salida de recursos del país, crecen en mayor proporción. A lo que hay que agregar que las decisiones sobre las fábricas asentadas en nuestro territorio: si se mantienen o se cierran, se agrandan o achican, se toman en las casas matrices sin ningún condicionamiento nacional. También hay que tener en cuenta que en el período kirchnerista se prolongaron y extendieron las concesiones a las multinacionales que controlan nuestros recursos petroleros y mineros, en condciones iguales y/o peores que las establecidas en la época menemista; no se modificaron las leyes financieras que vienen de la dictadura que favorecen la especulación y facilitan la indetenible fuga de capitales; no se cambiaron las regresivas reglamentaciones fiscales que gravan a los mas pobres (se paga IVA en productos como la leche y el pan) y exceden de pagar impuestos a los mas ricos(están excedidos de pagar todo impuesto las explotación minera y las transacciones financieras). Es difícil pensar entonces que en el pensamiento de los que encabezan este modelo económico esté construir un modelo nacional y popular, que fortalezca la soberanía, y avance en la distribución equitativa del ingreso, promoviendo la inclusión.
Una cosa es invertir en exclusividad los escasos recursos que el estado captura -en proporción a los que siguen obteniendo los monopolios nativos y extranjeros- en mantener el consumo sin contrapartida equivalente en inversiones productivas, con el único fin de sostener el control de una situación política adversa. Otra cosa muy diferente sería impulsar el incremento de los ingresos fiscales mediante una reforma impositiva progresiva, buscando la incorporación de millones de compatriotas al proceso productivo del que siguen excluidos, mediante inversiones en la educación y la salud públicas, combinadas con una política de crédito destinada principalmente a las Pymes, apuntando no sólo a generar nuevas fuentes de trabajo, sino también a desmonopolizar el mercado. Sino hay un desarrollo productivo que rompa el predominio cada vez mas ostensible de los monopolios nativos y extranjeros sobre la economía argentina –ya sea mediante la creación de empresas del estado, como del impulso de las Pymes- el modelo nacional es inviable, pues la capacidad de decisión del estado es limitada, y los recursos destinados a promover el consumo vía asignación universal o aumentos de salarios, son rápidamente recuperados por los que tienen el monopolio de la producción, la importación, y la comercialización desde los alimentos a los automóviles, y los textiles.
Todos sabemos que no hay modelo soberano sin recuperación de los recursos naturales, y de los principales resortes de la economía, y no hay justicia social sin redistribución del ingreso.

La viabilidad de una contraofensiva de la derecha es la parálisis de la movilización
“La derecha ha sufrido un golpe político, ha perdido el mando del Estado, ha perdido la capacidad de seducir estatalmente a la sociedad, pero tiene mucho poder económico todavía. Es distinta la forma de consolidación del punto de bifurcación cuando es el sector popular el derrotado, política y materialmente, que cuando se trata del sector empresarial, porque puede perder en lo político pero conserva poder económico que le permite tener poder de veto permanente. Entonces, ahí sigue ese adversario, fragmentado, desorientado, pero como adversario, y con capacidad de bloqueo.”(Álvaro García Linera, Le Monde Diplomatique de Bolivia. Setiembre de 2009.)
La conclusión del vicepresidente de Bolivia a pocos días de haberle infringido una durísima derrota a la derecha de su país, al lograr sancionar la nueva constitución del estado, viene a corroborar la experiencia transcurrida en una década de gobiernos que en América Latina intentan tomar distancias del neoliberalismo de los 90. La derecha es poderosa aun en el momento que sufre fuertes derrotas políticas, entre otras cosas porque conserva poder económico –esto seguirá siendo así en los próximos años en un mundo dominado por el capitalismo- desde el que está en condiciones de reorganizarse políticamente y eventualmente emprender nuevos contraataques. Este dato, que es insoslayable para la conducción del bloque que intente desarrollar un modelo nacional y popular en alguno de nuestros países, en condiciones internacionales adversas –aun cuando las regionales sean favorables- no es una novedad, la cuestión es como abordar esta situación.
Aquí sería útil introducir algunas disquisiciones sobre los diferentes procesos. Porqué la derrota de la Concertación en Chile, mientras que en el mismo período fueron reelegidos el Mas con Evo en Bolivia, el Frente Amplio con Pepe Mujica en Uruguay, y Rafael Correa obtenía sucesivos triunfos político-electorales. Las diferencias entre unos y otros las veníamos apuntando desde hace años. El gobierno de la concertación chilena era un mero administrador de la continuidad de una estructura económica neoliberal que no se modificó en casi nada, asentado en el sistema electoral binominal heredado del pinochetismo, lo que produjo su inevitable debilitamiento, de la mano de una extendida decepción entre vastos sectores populares que le dieron su apoyo durante dos décadas. En cambio en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Uruguay, sus gobiernos produjeron cambios importantes, en algunos casos produciendo transformaciones estructurales. El hecho de que la derecha es poderosa no significa que la correlación de fuerzas sea inalterable, por el contrario, la experiencia demuestra claramente que en los países en los que las políticas de los gobiernos progresistas concretaron cambios profundos tanto económicos como políticos (desde estatizaciones y nacionalizaciones a reformas constitucionales), los embates de los grupos mas concentrados no pudieron torcer el rumbo progresivo. Es que al momento de asumir los gobiernos, en todos los casos las fuerzas populares se encontraron con estructuras políticas y económicas adversas, consecuencia de décadas de predominio neoliberal. Producir cambios en ellas es una cuestión de vida o muerte para la vigencia y desarrollo de proyectos alternativos.
¿Cuál fue la visión de la conducción del MAS en aquél momento de victoria para el campo popular?
“Yo no creo, no obstante, que la oposición haya sido desbaratada definitivamente. La oposición hoy no tiene un proyecto de poder, carece de discurso movilizador con efecto estatal pero tiene aún mucho poder económico, mucho poder mediático y tiene un poder de veto gigante en muchas cosas. Sigue siendo un adversario riesgoso… La derecha ha sufrido un golpe político, ha perdido el mando del Estado, ha perdido la capacidad de seducir estatalmente a la sociedad, pero tiene mucho poder económico todavía.” (ídem)
De esta seria advertencia que responde a un estricto y objetivo análisis de la realidad, pueden sacarse dos conclusiones que van a dar como resultados la búsqueda de dos caminos diferentes: una, el de tener miedo a mayores confrontaciones, pensando que como la derecha es fuerte hay que negociar con ella respetándole significativos espacios de poder a los que no podremos acceder nunca; otra, no bajar la guardia jamás, comprender que los momentos de negociación, y eventualmente de tregua, son siempre transitorios, porque los poderosos no establecen acuerdos expresos o implícitos para respetarlos, sino para tomarse un respiro y volver buscar recuperar posiciones perdidas o ganar nuevas. Ya esto constituye la naturaleza misma del pensamiento neoliberal que es la concepción que por estos tiempos mejor expresa las aspiraciones de los monopolios imperialistas. La defensa de los intereses nacionales y populares exige de los que impulsamos proyectos que se proponen representarlos, claridad absoluta en este aspecto. Intentar atajos que supuestamente implicarían evitar enfrentamientos o pensar que se pueden transitar alternativas sin producir cambios políticos y económicos estructurales, es ir inevitablemente por un camino de derrota.
Uno de los argumentos preferidos de los que proponen poner el objetivo principal en sostener la actual situación en vez de profundizar los cambios, es el anuncio desde hace años de una inminente contraofensiva imperialista. Manifestación de ésta serían el golpe de estado en Honduras, la reinstalación de la cuarta flota, el acuerdo de EEUU con Colombia para la apertura de nuevas bases militares yanquis, el mantenimiento del bloqueo a Cuba, y las victorias electorales de la derecha en Colombia y Chile. Pero esta visión de la situación latinoamericana que habla de una contraofensiva yanqui que incluye la posibilidad de intervención militar, no contiene en sus análisis los sucesivos triunfos electorales en Ecuador, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Uruguay, y ahora la anunciada tercera reelección del PT en Brasil. Tampoco dice que la apertura de nuevas bases en Colombia, es consecuencia del cierre de las que tenía EEUU en Ecuador, y que todo esto fue largamente discutido en la Unasur, en un debate entre los presidentes trasmitido en directo por televisión a todo el mundo, donde el colombiano Álvaro Uribe tuvo que proporcionar explicaciones dando garantías que no serían utilizadas para intervenir en la región, hecho que no había sucedido nunca desde que EEUU se convirtió en potencia dominante sobre la región. Más difícil de explicar es, como se conjuga esta supuesta contraofensiva con la crisis económica que en los últimos años viene golpeando sin pausas a todas las potencias del norte sin excepción, y que no sólo coloca enormes dificultades en sus funcionamientos económicos, sino también pone en tela de juicio los fundamentos del propio modelo neoliberal que encarnan. Sin dejar de ver que el imperialismo siempre está al acecho para apuntalar todo tipo de opciones desestabilizadoras que aprovechen los límites y debilidades de los procesos progresistas, creemos que los yanquis hoy tienen dificultades para apoyar abiertamente en América Latina –como lo hicieron durante todo el siglo XX- opciones que burlen la voluntad popular expresada en los procesos de cambio en curso. Una cosa es no perder de vista jamás “que no se puede confiar en el imperialismo, pero ni tantico así, nada." [3] Otra muy distinta es verlo como invencible y en definitiva no valorar en su justa medida la acumulación política atesorada desde la que en la últimos años los sectores pulares le disputamos la hegemonía político-ideológica al neoliberalismo en la región. La clave para defender la continuidad de los gobiernos elegidos democráticamente, pasa por el sostenimiento del consenso político que los llevó a ganar las elecciones, y la experiencia que se viene dando indica que éste se mantiene y se fortalece, cuando los gobiernos populares profundizan las transformaciones, aun a costa de subir los niveles de confrontación con las minorías que defienden sus privilegios, y con el propio imperialismo yanqui cuando éste comanda acciones conspirativas abiertas o encubiertas.
Si hay un ejemplo nítido en América Latina que busca evitar producir cambios en sectores claves de las estructuras políticas y económicas, y por ello termina perdiendo lastimosamente el consenso popular acumulado en sus primeros tiempos de gobierno, es el proceso seguido por el kirchnerismo en la Argentina.


Nadie nos regaló nada
Las movilizaciones que atravesaron nuestro territorio en los últimos 35 años y posibilitaron la recuperación de derechos y conquistas en lo que va de esta década, lejos de detenerse por el conformismo o el miedo a que si avanzamos podemos perder lo obtenido, se van multiplicando. Los que luchamos por los derechos de los trabajadores, por la democracia sindical y la vigencia plena de los DDHH, seguimos reclamando por la personería de la CTA, denunciando la reedición del sindicalismo empresario de los ’90, esta vez a través de Hugo Moyano; contra las persecuciones y los despidos de los compañeros y compañeras que luchan, y la vigencia de la precarización laboral en los ámbitos públicos y privados. A la vez que nos movilizamos apoyando la continuidad de los juicios a los genocidas, nos manifestamos contra la reinstalación, cada vez mas ostensible, de la política del gatillo fácil que persigue y asesina a los jóvenes, denunciando el mantenimiento de la estructura policial heredada de la dictadura, que distribuye la droga, resguarda la trata de personas y todo tipo de delitos. Que es cómplice de las organizaciones políticas tradicionales que el kirchnerismo prometió renovar, y cuenta con el amparo de una corporación judicial de la que solo cambió la cúpula. Seguimos luchando por la redistribución del ingreso, reclamando trabajo genuino desde un movimiento de desocupados que rechaza las inmorales prácticas del clientelismo, por el derecho a tener salud y educación públicas dignas, denunciando la persistencia del abandono del estado en la atención de millones de argentinos, que están contemplados sólo como ejemplo de los que les puede pasar, si pierden el trabajo por reclamar por sus derechos enfrentando a las estructuras políticas y sindicales oficiales.
En los 80 festejamos el regreso a la democracia, apoyamos la consigna de que con la “democracia se cura se educa y se come”, pero repudiamos y nos movilizamos contra los ajustes que vinieron de los sucesivos planes económicos alfonsinistas que iban en sentido contrario. Apoyamos el juicio a las juntas militares, y fuimos a rodear los cuarteles contra los militares que se alzaban contra la democracia. Pero rechazamos y nos manifestamos una y otra vez contra las leyes de punto final y obediencia debida, y rechazamos la nefasta teoría de los dos demonios. Éramos concientes que Alfonsín no nos había regalado la democracia, que la habíamos reconquistado con la fuerza de nuestra lucha, y que de nosotros dependía su permanencia y profundización.
En el inicio de este siglo, supimos que Duhalde no nos regalaba los planes sociales que puso en vigencia cuando asumió la presidencia y que empezaron a ser un paliativo para la acuciante situación que vivían millones de compatriotas. Por eso lo enfrentamos cuando quiso restringirnos y acallar la continuidad de nuestros justos reclamos.
Tampoco Kirchner nos regaló la política de DDHH que llevó a la cárcel a decenas de genocidas, ni la extensión y profundización de las políticas sociales, ni los millones de puestos de trabajo que se generaron en estos años. Ni el anuncio de renovación política, ni la política exterior que rompió con la de relaciones carnales con EEUU. Entonces cuando fue inconsecuente en las políticas para renovar las fuerzas de seguridad, en el impulso de la redistribución, en la renovación de políticas y políticos a los que en el 2001 les exigimos que se vayan, y en la instrumentación de las medidas indispensables para la refundación de un proyecto nacional, fuimos por la construcción de otras alternativas, que empezaron a emerger en las legislativas de 2009.
En los 90 denunciamos incansablemente al menemismo que degradó la política como acto de servicio, como práctica militante, y la convirtió en una carrera profesional individual en la que todo vale en pos de llegar a la cima. Aquellas imágenes de Menem fotografiado con automóviles de lujo, o construyéndose mansiones suntuosas para uso personal, mientras la desocupación crecía a niveles incontrolables, y todos los días salían a la luz actos de corrupción cometidos en todos los niveles de su gobierno, eran el símbolo de una impunidad que se mostraba abiertamente para banalizar y naturalizar todos estos hechos repudiables. Los Kirchner no están muy alejados de aquellas prácticas cuando declaran que su patrimonio personal que al momento de asumir en 2003 ascendía a poco mas de seis millones de pesos, hoy se eleva a cuarenta y seis millones, justificando su crecimiento en operaciones inmobiliarias, o sea en actividades especulativas. Los que encabezan la construcción de un modelo nacional, que declama tener en la reindustrialización uno de sus pilares fundamentales, se enriquecen mediante actividades especulativas septuplicando su patrimonio en los siete años que llevan ocupando la presidencia. Peor aun es la justificación de algunos de sus voceros supuestamente progresistas, diciendo que está bien que esto suceda porque solo siendo muy ricos, Néstor y Cristina podrán resistir las presiones a que están sometidos. O sea que para enfrentar a los más poderosos hay que ser ricos. [4] Justificaciones truchas de pura cepa neoliberal.
La rápida descomposición del gobierno de De la Rua empezó desde el primer día que se instaló, y todo su mandato se convirtió en la crónica de una muerte anunciada. No obstante eso, numerosos sectores que lo integraron provenientes del campo progresista, sostuvieron hasta el final que había que resguardarlo porque era mejor que el fenecido menemismo, y lo acompañaron hasta la puerta del helicóptero defendiendo la posición que era el mal menor. Las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 terminaron definitivamente con aquél debate.
Nuevamente los hechos de la realidad están allí, para el que quiera verlos y oirlos. El recurso de meter miedo a perder lo obtenido para impedir nuevos avances, fue largamente utilizado desde el ’83 en adelante. Alfonsín con la amenaza del regreso de los militares. Menem con el fantasma de la inflación. Actualmente con la consigna de “kirchnerismo o restauración conservadora”. Otra vez se echa mano del. recurso de atemorizar para defender el statu quo. No es posible que los que dicen impulsar políticas progresistas que sólo pueden llevarse a cabo sobre la base de la movilización y la lucha, busquen desmovilizar y atemorizar con el caballito de batalla de que se viene la derecha, atacando a las organizaciones populares que reclaman por sus derechos acusándolas de divisionistas y desestabilizadoras, pretendiendo debilitarlas y sacarlas de la calle.
Hoy es claro que el que perdió capital político es el gobierno, y no las organizaciones populares que una vez mas, reemprenden el camino de las movilizaciones para seguir recuperando derechos y conquistas, y buscando construir nuevas alternativas políticas, que sin perder amplitud, expresen las aspiraciones de renovación que se manifestaron en las jornadas de diciembre de 2001.
Este pueblo no está en vigilia, atrincherado, temeroso de perder lo conseguido. No nos conformamos con que esto es lo posible. Estamos en la búsqueda de nuevos canales de participación y movilización que nos permitan sentar las bases de un Nuevo Proyecto Nacional y Popular.

Isaac Yuyo Rudnik
Movimiento Libres del Sur
Junio de 2010



[1] Las deudas que esta Presidenta quiere pagar y va a pagar con las reservas del Banco Central, en el marco de lo que dice la Constitución y la propia Carta Orgánica del Banco Central se encuentran depositadas en las cuentas de Economía. Quiero asegurarles a todos aquellos que son acreedores de la Argentina que van a cobrar sus deudas, que no voy a permitir que un juez defaultee la deuda, ya la defaulteó otro presidente y esto ocasionó graves, gravísimos perjuicios a todos los argentinos y al erario público. Discurso de Cristina Fernández de Kirchner por cadena nacional 5/03/2010

[2] El día que dejemos de pagar ese servicio quedaremos anotados en la bolsa de Londres como fallidos fraudulentos y no seremos nada ni nadie. Seremos una Nación sin crédito y sin honra(…)Si la República Argentina falta a sus compromisos, no se levantará en 30 años, y si paga ahora en crédito ahora con honor, crecerá su crédito mañana inmensamente. Reportaje a Carlos Pellegrini, La Nación, 15 de noviembre de 1890.

[3] El Che habla de Patrice Lumumba, el Congo y el Imperialismo.12/12/1964




[4] "Hay que tener un patrimonio muy grande, una vida ya hecha, saldada, que tus hijos y nietos no te van a poder reprochar por tu actividad política, peleándote con el establishment" Diputada Nacional Diana Conti, 03/02/2010. Canal 26